Mientras un negocio ordenado puede contar con todos y cada uno de sus permisos y licencias para operar de forma adecuada, un negocio limpio conoce la importancia de obtener tales licencias y permisos y mantenerlos actualizados, debido a que busca ser un ejemplo positivo para sus empleados y la comunidad que lo sigue.

Mientras un negocio ordenado puede realizar sus contrataciones y desvinculaciones conforme a sus necesidades, un negocio limpio conoce la necesidad de respetar los derechos humanos de sus empleados y los que desean formar parte de su equipo, por lo que realiza estos procesos de contratación y desvinculación con estrictos estándares de legalidad y formalidad.

Mientras un negocio ordenado puede tener un inventario muy bien controlado y realizar denuncias por delitos cometidos en su contra, un negocio limpio busca erradicar las prácticas ilegales dentro y fuera de su equipo, permeando a su ecosistema con una cultura de honestidad y buenos valores, por lo que tiene tolerancia cero ante la comisión de delitos dentro y fuera de sus establecimientos, sin importar quien los haya cometido, desde un operador, hasta un alto directivo.

Mientras un negocio ordenado puede llevar una buena contabilidad y realizar sus contribuciones ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, un negocio limpio lleva una contabilidad estricta y ha establecido sistemas de auditoría a fin de cumplir con las normas correspondientes, siempre y cuando sean legales.

Mientras un negocio ordenado puede llevar a cabo toda su operación de forma exitosa, un negocio limpio no solo busca colmar los requisitos de cumplimiento regulatorio, sino que está muy interesado en la forma en que se cumple con las legislaciones aplicables, así como el tipo de relación que se tiene con las autoridades, por lo que nunca participará en actos de corrupción, sin importar lo “atractivos” que puedan parecer, ya que sabe que el “como” es tan importante como el “que”.