EL PODER UNIVERSITARIO

EL PODER UNIVERSITARIO

En las últimas semanas, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha arremetido en contra de la UNAM por supuestamente albergar ideales políticos contrarios a los suyos. Las amenazas y señalamientos han sido tanto para el alumnado como para la planta docente.

 

La Universidad de México, el más grande proyecto cultural de nuestra nación, siempre ha sostenido roces y afrentas con las más altas cúpulas del poder. No importa qué presidente se encuentre en turno, tampoco el partido que lo haya llevado hasta la silla, el descontento con el sector estudiantil parece ser perpetuo.

 

Esto se debe gracias a la democracia y libertad de pensamiento que reina en las aulas de nuestra universidad, pues lejos de adoctrinar a los alumnos con una sola línea de pensamiento político, la UNAM ha logrado sembrar la semilla del pensamiento analítico y objetivo. La Universidad ha criticado a los gobiernos centralistas, a los de derecha y ahora seguimos con lo propio ante una administración de izquierda.

 

Fue justo una afrenta directa contra el gobierno lo que dio origen al bien más preciado que posee la Universidad: su autonomía.

 

En 1929, un conflicto con la antigua escuela de jurisprudencia y el gobierno en turno, llevó a la gran huelga de alumnos, la cual fue reprimida con mano dura por parte del entonces presidente Emilio Portes Gil. El descontento del presidente con la antigua escuela de jurisprudencia era notable y trató de suprimirla lo antes posible, pero el espíritu de dignidad que reina en los alumnos de la universidad resistió a las condenas y represiones. Lo único que obtuvo como resultado aquel intento de represión, fue que el alumnado exigiera la separación de la Universidad de los intereses políticos. Necesitaban que el presidente dejara de marcar el camino de la universidad y fuera el amor al conocimiento el único guía de la máxima casa de estudios.

 

Así se promulgó en julio de ese mismo año la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual dotaba de autonomía a la Universidad, sacaba al gobierno de los puestos de toma de decisiones y le ponía fin al conflicto estudiantil. La autonomía le fue abriendo paso a derechos que evolucionarían más adelante como la libertad de cátedra y de pensamiento crítico.

 

Aunque hay muchos más ejemplos a lo largo de la historia que pueden demostrar el coraje con el que los alumnos defendemos a nuestra casa de estudios, este se ajusta perfectamente a nuestros tiempos, ya que la autonomía es precisamente lo que el presidente de la República olvida. Es la autonomía misma la que invalida las quejas del presidente de que exista una corriente de pensamiento contraria la suya dentro de la Universidad. Un choque ideológico con el estatus quo es precisamente lo que mantiene viva a nuestra democracia.

 

El poder siempre será evaluado, pero cuando el poder es el que comienza a evaluar a su pueblo, la primera línea de defensa debemos ser los profesionistas sociales con el impulso y base que nos brinda la libertad de pensamiento.

 

Después de todo y ante todo, por mi raza hablará el espíritu.

 

 

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